viernes, 6 de julio de 2007

EL HOMBRE QUE NUNCA EXISTIO

De tanto visitar los blogs empiezo a confundir la realidad con la ficción. Todo el blog Space oddity nos traslada, con bastante éxito por cierto, a la realidad de la Segunda gran guerra. Con cada detalle, con ese peculiar estilo, despierta la mochila de nuestra memoria para enfrentarnos con la imagen viva de aquella época cargada de recuerdos colectivos. Todavía reinaba cierto idealismo en las causas de las batallas: luchar contra el fascismo, entregar la vida por defender tus ideales, la resistencia, los maquis, el espionaje……

Intentábamos recomponernos por entonces de una guerra fraticida y nos convertimos no sé si involuntariamente en un silencioso tablero de ajedrez, donde, sin derramar una gota de sangre, paseaban los enemigos por las mismas calles e incluso se divertían en las mismas fiestas. Nuestra neutralidad es una farsa y este territorio no es más que una extensión de la Alemania nazi, un nuevo land del sur, un Alaska o Puerto Rico a la europea, pero sin llegar a la identificación italiana.

William Martin, “el hombre que nunca existió”. Con este título se estrenó hace aproximadamente unos 40 años una película rodada en Punta Umbría y ambientada en plena II Guerra Mundial. Basada en hechos reales, y a mitad de camino de leyenda urbana, la historia se muestra como la treta más definitiva que los servicios secretos británicos usaron para hacer creer a Hitler que el gran desembarco que preparaban los aliados se realizaría por las costas griegas, desviando toda atención de las playas de Normandía.

El cuerpo del capitán de la Armada Británica William Martin, en realidad un desconocido inglés que falleció de neumonía, aparecía varado en la playa de Punta Umbría en la primavera de 1943. Un marinero nativo alertaba a las autoridades, y en breve, los propios “asesores” del cónsul alemán en Huelva se personaron para comprobar junto con las autoridades locales la documentación que portaba en el interior de su chaqueta: una carta de despedida a su amada y unos mapas de los que se deducía el lugar exacto del desembarco aliado. Con este engaño se desviaba la atención de las costas francesas, asegurando de antemano el éxito de la misión el día “D”.

No sé por qué razón identifico aquella guerra como ¿limpia?. ¿La ennoblecían los ideales?¿Acaso los caídos por la libertad son menos muertos que sus enemigos?¿Existían quizás unos intereses más nobles?. A pesar de todo, predomina el gesto, la acción anónima, el héroe desconocido. La renuncia a lo particular nos lleva irremediablemente al éxito.

Acudir a la inteligencia, aplicarla a la estrategia y reducir el número de víctimas. Alcanzar la victoria no sólo por esa razón.

Poner en valor estas acciones sigue estando de moda. Son en gran medida los valores de La Jaula.

Desconozco en qué momento de su vida el Mayor Tom Campbell se cruzó con el verdadero William Martin, pero sin duda su influencia fué crucial, hasta el punto de perdurar de alguna manera en la siguiente generación.

Prometo ser paciente y seguir con la avidez que me lo permita la tecnología los interesantes capítulos que de seguro Waylon Doe nos tiene ya preparados.
Desde este rincón del suroeste abogo por ello.




1 comentario:

Carlos PdA dijo...

Joé, tío, estás que te sales.

No tenía ni idea de esa película, pero su argumento me parece genial, tanto si se basa en una historia real como si está más cerca de la leyenda urbana.